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Teodulo Lopez Melendez, el escritor de la palabra delirante (página 2)




Enviado por Marisol Marrero



Partes: 1, 2, 3

   Según la psicoanalista Marie Bonaparte "la
escritura constituye para el escritor y el lector una
válvula de escape a una presión demasiado fuerte de
los instintos rechazados", de manera que la escritura se
convierte en una especie de cura psicoanalítica donde se
deja hablar al escritor mediante asociaciones no controladas en
la explosión verbal. El lenguaje siempre tiene sus razones
aunque sea producto del delirio. Es por eso que al leer a
Teódulo López Meléndez no me cabe más
que responder a una pregunta inconsciente: "Y tú
¿quien dices que soy?" Respondo como Fausto a
Mefistófeles: "Yo no te armé lazo alguno, antes
tú mismo te metiste en la red. Quien coja al diablo
téngalo sujeto, pues no le será tan fácil
atraparlo por segunda vez".

  López Meléndez proviene de las tierras
áridas donde el diablo, según la leyenda, anda
suelto. Tierra de narradores signados por las alucinaciones,
atormentados por las aguas ancestrales del inconsciente.
Pareciera que el diablo se les ha metido por dentro.
¿Recuerdan? Según dice la Biblia el diablo
cayó. Siendo ángel de luz (Luz-bel) dimitió
del cielo. Sentía que merecía más
autonomía, más autoridad, quería ser
creador, inventar mundos, personajes, situaciones, palabras,
diálogos, en fin, ser poeta, narrador, novelista,
ensayista, hasta traductor para hacer a Babel menos Babel. De
esta manera organizó a todos los ángeles y en un
remolino de plumas y de alas cayeron sobre la tierra. Y pienso yo
que cayeron por los lados de Carora, lo que explica la existencia
de tantos creadores en esas tierras. Recordemos al poeta Luis
Alberto Crespo, al novelista Guillermo Morón, a Alí
Lameda, al humanista Luis Beltrán Guerrero, al cuentista
Héctor Mujica y al escritor que trataré de sujetar
en la red de estas páginas. Ya decía Octavio Paz
que las redes de pescar palabras están hechas de
palabras.

   Después de Freud y de Jung es posible una
nueva lectura de los escritores puesto que para ellos las
palabras al relacionarse con otras palabras crean mundos nuevos.
Pasan a ser un organismo vivo tangible que evoluciona desde el
inconsciente. Y cantan y se afiebran al repetirse en oraciones
mántricas.

   En López Meléndez la válvula
de seguridad interna explota en palabras ante la presión
del inconsciente. Sus imágenes forman parte del
sueño. El verbo se retuerce en sus dedos. Es en el nivel
de la palabra donde se sitúa la originalidad de este
escritor. En toda su obra literaria hay una trama inconsciente
subyacente al relato aparente que es precisamente la que
trataré de analizar en estas páginas, pues esa
trama permanece sometida a las leyes que rigen los procesos
primarios inconscientes que apuntan al secreto que sirve de base
a la construcción de la obra.

   ¿Cuál es el secreto que se esconde
en la obra de este autor? El secreto es la palabra que se
convierte en metáfora de la realidad. Una palabra que
cambia al mundo y lo trastoca. Esto es lo que hace Teódulo
López Meléndez con el lenguaje, crear y recrear el
entorno. Y es con esa palabra delirante que alimenta su prosa y
su poesía generando una nueva forma de pensar las cosas.
Las palabras  chocan entre sí produciendo rayos y
centellas, en unos casos, luminosidad de áureas
fosforescentes, en otros.

   Freud, en sus escritos de 1873-1939 dice que "el
artista probablemente está dotado de una
constitución instintiva anormalmente fuerte y que, en
consecuencia, sus sistemas de adaptación corren
constantemente el peligro de ser llevados al fracaso, de forma
que él más que nadie está expuesto a
situaciones conflictivas", más si la violencia de la
agresividad (encubierta) hacia el padre ha impedido una
identificación normal con éste.

   Para analizar el génesis de la escritura
del autor, su secreto primigenio, es importante tomar en cuenta
la identificación con el padre pues este tiene un alto
valor simbólico. Según el psicoanálisis (que
no deja de ser machista) el padre es el origen de la
creación a partir de ciertos fantasmas de la infancia, es
"la novela familiar" descrita por Freud, el doble al que tenemos
que visualizar para poder estudiar al escritor y su obra porque
la carencia real del personaje paterno genera un carácter
destructor y devastador. Esta ausencia (falta) es presencia
dolorosa en la escritura. El vacío inconsciente no se
llena nunca, por eso el origen de esta falta hay que buscarlo en
la relación más primitiva del niño (hoy
autor) con el lenguaje. En lo que respecta al padre, Jung dice
que "el fundamento del presente psicológico debe buscarse
en la historia familiar", pero agrega el valor de la madre al
decir que "la psicología de lo creativo es realmente
psicología femenina, pues la obra creativa crece hacia
arriba desde profundidades inconscientes, en realidad desde el
reino de las madres". Debemos concluir, para este trabajo, que la
psicología creativa parte tanto del padre como desde la
madre, según el caso que afecte al escritor que se
esté analizando. No debemos en ningún caso ser
unilaterales, como decía Jung de Freud y viceversa.

   La escritura siempre incluye, aún si lo
esconde, la huella de un deseo, de una falta, sea esta antigua,
presente o presentida. Los artistas en general, según
Freud, tienen un acceso privilegiado al inconsciente: "Ellos(los
poetas) son, para el conocimiento del alma, nuestros maestros,
pues beben en fuentes que nosotros todavía no hemos hecho
accesibles a la ciencia". Por eso, al leer a este autor, nos
adentramos en mundos recónditos que se pasean entre el
pasado y futuros remotos haciendo de la palabra un instrumento
para descubrirse a sí mismo. Esto, hasta cierto punto, se
puede considerar como un autoanálisis, pues el "yo" se
encuentra encarnado en sus personajes. Separa su "yo" en "yoes"
parciales, personificados en sus diversos héroes, los que
a su vez representan las diferentes corrientes que chocan en su
inconsciente. Los primeros dobles literarios del autor son sus
personajes; no nos cabe duda que, en este sentido, el
psicoanálisis es acertado, por lo que hay que confrontar
estas corrientes en toda su producción.

De cómo el barro y el adobe son
alucinógenos
:

   Las tierras secas son alucinógenas porque
contrastan con el mundo húmedo universal. En ellas
aparecen las aguas del inconsciente proyectándose en los
espejismos que aparecen sobre los caminos, sobre el horizonte,
sobre la piel y la escritura. Teódulo López
Meléndez acostumbra decir que el río de su infancia
le parecía "chocolate cuarteado"; sin duda, la magia
consistía en esa transmutación
alquímica.

   Los elementos tienen propiedades fundamentales y
una de ellas es la sequedad que caracteriza al fuego. Esta es una
de las calamidades desencadenadas por los dioses para castigar
las faltas de los hombres y, también, una de las plagas
del Apocalipsis, pues el cuarto ángel derramó su
copa sobre el sol "y le fue encomendado abrasar a los hombres con
fuego, y los hombres fueron abrasados… no obstante blasfemaron
del nombre de Dios… y no se arrepintieron…"

   Sí, los escritores de tierras cuarteadas
por el sol, secas y deshidratadas, siguen blasfemando en la
escritura, siguen alucinando entre los candeleros. La
sequía preludia el desastre, pero también contiene
el fuego de la pasión. Dice Julia Kristeva que "el
desierto es lo que habla". Agregaría yo que es el lugar
desde donde se alucina. En el silencio de los espacios
áridos surgen los espejismos, sopla el viento y la tierra
seca se hace una con el aire creando mundos alucinados en la
penumbra que se establece entre el cielo y la tierra. Y de ella,
de esa tierra secana, surge la serpiente antigua que es el Diablo
y que, según las muy particulares maldiciones
caroreñas, anda suelto por esas extensiones. De esa misma
tierra surgen los "adobes", ladrillos secados al sol que
servirán para levantar las paredes de las casas. Este
"adobe" es símbolo de la materia primordial y fecunda de
la cual el hombre fue creado. Esta mezcla de tierra, agua y paja
simboliza el comienzo de la evolución. La tierra que se
mueve, pare, se fermenta, jadea, respira vida que bulle en sus
grietas, guarida de serpientes, de alacranes, de arañas
venenosas. El que nace en casa de "adobes" jamás se
salvará del sedentarismo por más que viaje, pues
esos materiales se le incrustan en la vida: el hombre al
rechazarlos -por aquello de los contrarios- los asume, porque es
don de dioses establecido en su solar, en su lugar de culto. Por
ello López Meléndez asegura "uno se acostumbra a
la vida de la cripta. Este reposar es maléfico y
tierno".
Aparece, así, el llamado "cuartico de los
santos" en la casa de la infancia, donde se descubre el mundo
cuántico y se recrean las partículas, la
energía del hombre consustanciada con la tierra; la mano
del niño parte la energía, la hace agitarse con sus
manos. El ladrillo aporta la seguridad de la morada, la
protección diaria, pero también limita. De
él proviene la sociedad cerrada contra la sociedad abierta
del nómada, contradicción que se refleja en la
personalidad del escritor al ansiar mundos, al crear mundos, pero
encerrado entre paredes (aunque ahora sean urbanas y de
bloques).

   La impronta de López Meléndez es la
tierra seca. Esta aridez crea, como polo opuesto, la abundancia
de la imaginación; por eso dice: "Un mundo deformado
asomaba en la canícula".
Salir de Carora implicaba
sobrepasar 365 curvas -aquellas famosas de San Pablo, en la vieja
carretera-, una por cada día del año.
Después de las curvas el mundo sorprendía,
aparecía después de la tortuosidad. La
geografía marca la memoria infantil y conlleva a mundos
signados por la palabra alucinante, por los delirios de la
imaginación, características de  la escritura
de Teódulo López Meléndez.

POESIA

      Alienación
Itinerante
(1972)

      Los folios del
engaño
(1979)

      Mestas (1986)

      Mesticia (1996)

      Logogrifo (1999)

Los poetas  son  imprudentes con

sus propios sucesos; los utilizan

Nietzsche

El primer libro: Alienación Itinerante:

   Es muy cierto aquello de que en el primer libro
están todos los fantasmas. Según la
psicología profunda, el fantasma es también una
aparición del yo, de un desconocido que surge de lo
inconsciente, que inspira un miedo casi pánico, por lo
cual se le hace retroceder a las tinieblas. El aparecido
sería la soledad negada, temida. El psicoanálisis
ve allí un retorno de lo rechazado, de los retoños
del inconsciente.

   Dada la importancia del primer libro para
analizar al escritor, nos serviremos de la física
cuántica. La función onda contiene numerosas
probabilidades y no depende de nadie más, sólo de
nosotros mismos, determinar cuáles de ellas serán
producidas. Cada uno de nosotros acarrea dentro de su propio
sistema nervioso la historia completa de la vida biológica
del planeta. Así, en este primer libro observamos
extrañados la capacidad de captación del mundo
cuántico que tenía en sus años juveniles.
Afirma: "Cuando era origen en verdad era final/Fui una nube de
uranio, una congestión de manzanas y serpientes". "Mi
tristeza viene  desde allá. Desde los inicios. /
Desde los remotos inicios. Sube desde los pies de la eternidad
doliente/hasta la cabeza de un hombre que soy yo".

   Según las teorías en boga, el
universo está constituido del mismo material del cuerpo
humano y se mantiene unido por la misma dinámica de aquel.
Cuerpo, nube de uranio. Es el yo cuántico el que aflora en
esta poesía: " Yo maté dinosaurios
boquiabiertos/con el fémur de un ermitaño. / Yo fui
aquel guerrero que desolló mil cimientos./Yo fui el
carpintero que templó el acero…".
Igualmente
está "…diseñando un toro altamirano de cabeza
erguida/de pequeñas pezuñas húmedas y ojos
con lágrimas violetas".
En él está la
historia del planeta, la lleva consigo muy de cerca en la
prominencia de la frente: "De polvo cósmico son los
catarros fallecidos/ y las mujeres son de aluminio
planetario".
De hecho, el cerebro humano es una compleja
matriz de sistemas superpuestos y entretejidos que se
corresponden a diferentes estadios de la evolución y el
ego, que surge de ellos, es algo así como una ciudad que
se ha ido construyendo capa sobre capa a través de la
historia. La arqueología psicológica de este autor
incluye un nivel prehistórico, uno medieval, uno
renacentista, uno que otro edificio moderno. Está
aquí, en sus inicios como poeta.

   La cuántica comprueba que entre
partículas aparentemente separadas en el tiempo
(PrehistoriaEdad Moderna) y en el  espacio, existen efectos
de correlación no locales (acción a distancia). De
allí la importancia del primer libro, de la acción
a distancia con relación a la actual escritura de este
autor. En Alienación itinerante se lanzan los
primeros tentáculos hacia el futuro; recuerda a la Lisboa
que no ha conocido (en la cual vivirá años
después)y que será recipiente de su ensayo sobre
Fernando Pessoa. También está aquí el origen
de Mesticia, su tercer poemario, ("La tristeza se me
convirtió en saliva… /Me tienen colgado del pellejo/con
un gancho de saliva…"
y de Selinunte, su primera
novela ("…hombres brillantes de planeta
intoxicado/constelaciones alarmantes/aquella luz roja que me
asombra/miren con preferencia el universo risible/que se come los
cartílagos/ y provoca amar sin tapujos y sin
límites
. O esto otro: Los pueblos son juncos de
trapo conque durmieran siglos/al soñar con
países  de jóvenes sedientos e
iracundos,/comandantes de pecho atomizado en meteoritos
sangrantes que marchan al espacio…partiendo las costillas/de
los sistemas planetarios/sin aire envenenado/en las
constelaciones que subsisten"…Los pueblos son terribles en
el amanecer de la ira".
Anuncia los innumerables viajes que
ha realizado por el mundo: "Yo vine para ser un testigo con
alma de emigrante…"
En realidad, se adelanta a la
literatura posterior que escribirá al proclamar que
"ratificado en labios de mayores fantasmas/quedé
vagando en arenas duras y quebradas soleadas/donde pateé
mundos y me disgregaron seres de cabellos quemados…".
O
cuando afirma "las gotas huyeron por entre la tierra
magra…"
o cuando dice: "Ven. Quiero mostrarte algunas
cosas que existen. / Mira esas nubes que se estrujan, /esos peces
que se asfixian, /ese pescador que se marchita,/ ese pensador
carnada de sus propios pensamientos".
Pero siempre
"regresa mi fantasma de la playa seca…" o "yo te
tengo miedo fantasma arquitectónico, /tú sabes a
arena, a costra entre los labios/a pedazos de lienzo
enmarañado con perdón y demencia,/ yo te tiemblo,
fantasma ineludible…"
Teódulo López
Meléndez lo asegura y lo practica: "Seguimos trazando
itinerarios…"
Y la oferta-exigencia: "Voy a colocar mis
fantasmas en fila india/y los voy a matar a todos con una
ametralladora grande. /Será una gran matanza, como aquella
de diciembre./Todos se reirán./Será mi pago para
que me dejen en paz. Definitivamente".

Los folios del engaño:

   Este libro tiene un tono whitmaniano dado que en
él se da rienda suelta a los elementos; una rabia
primigenia arrasa los folios; es la fuerza inicial de la fiera
ante el peligro; es la "serpiente de colmillos huecos" que anida
en el Ser: "Vuelvo a las furias que heredé de las
grandes concentraciones de fuego. Salgo de mi cuerpo y de todos
los cuerpos. Vuelvo a la rebelión y a los grandes
alzamientos. Soy preso de la ira y bajo mis pies estallan los
grandes terremotos"… soy dueño de mis grandes
rabias… Anuncio hago que vuelvo a arder…"

Cólera reprimida que sublima en el trabajo creativo. Todos
nosotros alguna vez hemos sentido ser devorados por algún
afecto. Sabemos como esa emoción repentina puede con
nosotros como la parte animal, instintiva, salta desde nuestro
subconsciente, indetenible, avasalladora, arrasante. En este
momento, la conciencia del "ego" queda anulada y el cuerpo cae
bajo el poder de una fuerza sin control. El escritor, al sentirse
"fuera de sí" por la rabia, "consumido" por los celos o
"poseído" por la lujuria, no puede imaginar que
está por encima de la bestia. El apaciguamiento viene por
la mediación de la palabra; ella ensalma, cura, acerca:
"Las palabras se quedan pequeñas e inútiles,
murmuran y caen cansadas. Las palabras se enflaquecen como una
abuela vieja".
O:"Las palabras resienten las misiones que
damos. Las palabras se encogen como materia que regresa a la
tierra. Las tortugas arrastran de sus patas las palabras…"

Tal vez una autorecriminación: "...porqué me
empeño en dar a las palabras potencia de linterna".
O
la esperanza: "Alguien me ha dicho de una palabra que ensalma,
de una palabra que al invocarla acerca los confines. Alguien me
ha dicho de esa palabra y me lanzo desde mis orillas en las
tardes quietas…"
Blake dijo que "el coraje del león
es la sabiduría de Dios". Tomar contacto con nuestras
emociones nos pone "fuera de sí", produce adrenalina,
bombea fuertemente la sangre, se oxigenan nuestros pulmones,
uniéndonos, así, a las fuerzas recónditas
del universo. Sin embargo, subsiste el peligro de ser "devorado"
por el inconsciente, lo que equivaldría a la proximidad de
la locura, a la liberación total de los elementos. No
obstante, la fuerza del león es ambivalente, puede, a la
vez, dar vida y destruirla. Su orgullo y ansias de poder son
legendarios, aunque también el ansia de redención.
La ira es una fuerza arquetípica que también tiene
poder creativo de forma consciente, caso en el cual no le
permitimos que acabe con nosotros mismos. En el poema "Zeta Ele 4
fue llamado el planeta" se asoma el planeta Selinunte,
posteriormente novelado: "El nuevo planeta recibe un nombre
extraído del abecedario y se la adjunta un número
para darle sabor a heredad abonada".
Y asume "la
responsabilidad del fundador", como lo hará posteriormente
Teseo, el gobernador de los hombres en el texto
novelístico. Permanentemente, López Meléndez
reitera "el poder de trazar itinerarios", en este
caso "a las aguas y de dar el tono al verde de los campos
extendidos…"
Al final…"los peces se engulleron mis
palabras y ellos me acusaron de no respetar la ecología y
de andar contaminando las aguas estancadas".

Mestas:

El lunático, el enamorado y el poeta

lo son de la imaginación

Shakespeare   

   El título indica confluencia de dos o
más corrientes. Allí se desarrolla la poesía
en este delirio verbal, pero en la parte del intenso dolor, en el
choque de corrientes de distintas dimensiones, energías y
soledades. Hay dolor en el frío, en los chisporroteos de
la chimenea, en la escritura ("Escribo en la lava del ombligo
vertical").
Aquí Eros se desparrama, fuerza de dudosa
reputación, puesto que tiene la ambivalencia de una
relación con las fuerzas más altas del
espíritu, pero también con la animalidad del ser
humano. Demasiada animalidad trae problemas al hombre civilizado,
pero también demasiada civilización enferma al
animal humano ("prescribo collares a los itinerarios de cada
mañana").
Platón llamó al Eros "el deseo
de persecución de la totalidad"; la fragmentación
de esta totalidad conduce al dolor, como la de cualquier
arquetipo, al igual que vivir la fuerza instintiva resulta en
desequilibrio, en ventisquero del alma que seca los adentros:
"Estoy  de pie en la palabra viento…estoy con la
palabra viento…escribo una carta donde la palabra viento
seca".
Sí, también las separaciones: "Raspo
para olfatearla de frente a la separación coladora de
ruidos. Quemo tabaco para preservarla de la arremetida de los
últimos meses".
Viene, lógicamente, "la
soledad de puntas",
de púas, de espinas, soledad
soledosa en la urdimbre de la trama amorosa en la que "la
melancolía hace morada por los callejones de la tarde"

y "la tortuga estampa las baldosas por las plazas",
"porque morir en aquel lugar, sería largo,
interminable, eterno".

   Emerge la saliva arquetípica, la saliva
que se esparce por todos los libros de Teódulo
López Meléndez: "Siembro saliva, no sé
hacer otra cosa".
Para López Meléndez, la
saliva es una secreción mágica, sin saber que ella
tiene un posible doble efecto, une o disuelve, cura o corrompe:
"Sobre el potro la saliva sin huesos y vestido…" En este
caso, la saliva es el potro de los tormentos, separa, conduce a
"los viajes al silicio…". La saliva también tiene
virtudes de líquido seminal (crea) y de allí
podemos encontrar en la literatura numerosos "héroes"
originados en la saliva. Si nos preguntamos quién se crea
en esta historia, debemos responder con un poema revelador:
"Crezco/desde este nacimiento que veo/acurrucado en las
estaciones/con los que parten".

   De esta confluencia de dos corrientes, o mestas,
se originarán el dolor y la pena posterior reflejados en
Mesticia.

Mesticia: la mujer es el lugar de la palabra:

   Aquí la experiencia literaria se revela
esencialmente como un acto amoroso. El escritor, a través
de la palabra poética, busca la mitad perdida. A
diferencia del Génesis, la carne (la mujer) se hace verbo
y el escritor se deleita con la palabra, aunque sea amarga,
lejana, impredecible. Mediante la palabra- en exorcismo- se
elimina la angustia. A diferencia del psicoanálisis, no se
le cuenta al psiquiatra, sino al lector, por lo que éste
tiene la posibilidad de analizarlo, comprenderlo, buscar sus
motivaciones ocultas.

   En este libro se observa claramente la diferencia
entre el narrador y el poeta. Yo decía que en Denzil
Romero "el verbo se hace carne en Catalina", porque a
través de la palabra los personajes se hacen, viven, toman
cuerpo; en cambio, en el poeta, se parte de un objeto concreto
(en este caso la mujer) y se hace palabra y al hacerse palabra
"entrega los demonios", como diría Romero. Entrego al
lector el amor, la ira, la angustia, porque el arquetipo del amor
conlleva un intenso dolor, un mórbido dolor desde el
principio de los tiempos. Somos los demonios que entregamos – el
amor es uno de ellos – de ojos sulfurosos, ojos de sal.
Así, López Meléndez entrega la palabra
"mujer-objeto del amor": "Las sílabas/caen por
doquier/heridas"
. Caen desintegradas, escudriñando el
polvo, pero son inmunes al desasosiego, pues, aún
así, ella: " La palabra/regresó en tu lengua/y
se me clavó en el paladar/con la fuerza de un
ancla".

   La palabra es símbolo de la actividad
creadora de Dios, además de ser función ordenadora,
aspecto que toca también López Meléndez en
sus libros anteriores, pero, aquí, se mezcla con la
saliva, la de ambos, estableciéndose una relación
simbólica palabra-esperma-saliva; es decir, hay una
relación de estos elementos con las fuerzas creadoras;
como sabemos, en cada una de estas palabras se alberga el
inconsciente, o más bien el hombre eterno, el hombre
arquetípico, como veremos.

   El poeta para conquistar a la mujer se
transformó en Poseidón: En la segunda parte del
libro, "Cuando la palabra regresó en su lengua", aparece
Medusa, la única de las Gorgonas que era mortal y visible
a los hombres. Poseidón, el más grande de los
dioses, se transformó en pájaro para poseerla,
profanando el templo de Atenea, quien, irritada,
transformó los cabellos de Medusa en serpientes.

   La sombra avanza en este libro, las serpientes se
hacen viento venenoso y retumba la tierra hosca, arca de
naufragios. ¿En que se transformó el poeta para
seducir a "su" Medusa? Indudablemente en pájaro, el cual
representa, simbólicamente, la espiritualización,
el estado superior del ser, pero, también, en su origen,
símbolo fálico, amante "metamorfoseado": "Era
una medusa/suplicante/de los bálsamos de la tierra/Yo los
vertí todos/desde mi alma transformada".
La
transformación para conquistar equivale a engaño,
pero el amor se vale de estos ardides. Ortega y Gasset dice: "Una
psicología del amor tiene que ser muy suspicaz en cuanto a
la autenticidad del sentimiento que analiza" porque "se ama al
amor y lo amado no es, en razón, sino un pretexto". Para
ello, el poeta recurre a la alquimia: "Yo cociné en una
olla de cobre/las algas que habrían/de atarme a ella"
.
Si el amor muere, esta muerte ha dado origen al libro y en sus
páginas se dan las claves de los errores que la
propiciaron: "Tal vez/venga/a confirmar/la parsimonia/del
engaño/No existe salvación..
."Y el poeta se
pregunta: "¿Fui yo culpable de omisión/ante la
aurora?".
O lo que es lo mismo, ¿qué
olvidé en mi transformación para que se provocara
"ese extraño adiós" al margen de la palabra?

   Para olvidarla es Perseo: El poeta transforma la
palabra-mujer en la Medusa de las alas de oro, de cuello cubierto
de escamas de dragón y con ojos con el poder de dejar
petrificado a quienes la miraban. No olvidemos que, en
definitiva, fue abatida por Perseo, quien ofreció su
cabeza a Atenea, la diosa de la concentración y la fuerza
simbólica. Exiliado de ti, del amor, te elimino de mi
mente con un esfuerzo de concentración y me transformo en
Perseo para hacerlo. ¿Cómo logra esta tarea?
Utilizando un mecanismo psicológico de mucha efectividad.
Stendhal decía que el hombre sólo ama lo digno de
ser amado, así que para olvidarla se convierte a la mujer
amada en un monstruo (Medusa). Otro mecanismo es convertir al
lenguaje en una explosión en que el poeta anula al ser
amado bajo el peso del amor mismo; entonces, este amor se
convierte, como diría Barthes, en "un lugar de
palabra".

   La mujer es, también, el lugar de la
palabra, porque los poetas dotamos al amor de una extraña
realidad. Como diría Ortega y Gasset, "se ama el amor y lo
amado, no en rigor se usa como un pretexto para decir". Cada
poeta llena los códigos del arquetipo del amor
según conviene al propio yo, a la propia historia,
proyectando en el otro la desazón, el dolor, el
desencuentro. Ya no soy el otro, de aquí en adelante la
soledad, la excisión.

   Al final del libro regresa la palabra, sí,
la palabra de él flotando en la saliva de ella, la saliva
de ella flotando en la palabra de él, él flotando
en la saliva de ella. No más subterfugios, la palabra
irrumpe, gira en la saliva del sentimiento arquetípico y
arrastra el lenguaje hacia la destrucción del que ama y
del amado.

Logogrifo, sólo para iniciados:

   En este poemario la palabra urge al autor
como hueso; él lo dice en un poema. La palabra se exprime
en la boca y queda sin una gota de saliva. El poema nace
así insólito, como un mantra. En la palabra sola,
íngrima, lúcida, compacta, áspera. Palabra
astringente como el alambre. Yendo a lo formal del título,
logogrifo significa la red del discurso. Especie de enigma que
consiste en buscar una palabra cuyas letras diversamente
combinadas forman otras palabras que es preciso adivinar. El
sentido de la letra no es ya el suyo, porque el poeta la hace
enigmática a través de metáforas y
similitudes. La conveniencia del poeta las hace casi
ininteligibles. Habla como si la vida se limitase a operaciones
alquímicas, por lo que nos cuenta de destilaciones,
sublimaciones, disoluciones, que no son más que una
especie de muerte.

   Sin embargo, como lo hace notar Ennio
Jiménez Emán, el poema en este libro es un "enigma
breve". El sujeto poético pasa por una serie de
transformaciones alquímicas, como lo hace el don Juan de
Castaneda, que accede a distintas realidades, éste por un
proceso de drogas alucinógenas, nuestro poeta por una
iniciación a través del verbo, palabra alucinada y
alucinante que nos envuelve en una atmósfera rara y
extraña, la cual, a ratos, parece ahogarnos. A
través de diferentes "yoes" procede a integrar un
único y solo hombre, salvándose así de la
desintegración, del detritus equivalente de la muerte. Los
elementos de la alquimia se revuelven en todo Logogrifo
como si el poemario fuese el gran mortero de los caldos:
mercurio, azufre, fuego, incienso, metales derretidos, hierros
imantados, argamasa, haciéndolo a uno, lector, viajero
hacia el enigma.

NARRATIVA

Los escribientes moriremos (cuentos, 1978)

Los álbumes son libros en blanco cuyas hojas
se  llenan
(cuentos, 1992)

Selinunte (novela, 1996)

El efímero paso de la eternidad (novela,
1998)      

Allí donde todo acaba

todo empieza eternamente"

Poimandres

Un "sí mismo" dual que produce tremendas
contradicciones se refleja en la narrativa de este escritor. El
crepitar de la mente está en las páginas de sus dos
volúmenes de cuentos, Los escribientes moriremos y
Los álbumes son libros en blanco cuyas hojas se
llenan,
pero late como en el cerebro. La palabra fluye
delirante, afiebrada, se sumerge en la oscuridad de los
símbolos.

   A través del testimonio, que responde a la
vida profunda, esta narrativa es de difícil lectura porque
lo de adentro, el mundo de los sueños, es arduo de
aprehender, como todo exceso de imaginación. Por algo el
autor escogió, para el primero, este epígrafe de
Aragón que dice: "El arte es el delirio de 
interpretación de la vida".

Los albumes son libros en blanco cuyas hojas se
llenan:

   "La cotidianeidad es morbosa", "no ha pasado
nada, nunca pasa nada".
De ahí un calendario, para
tachar los días. En su prosa el almanaque es reiterativo,
responde como símbolo del paso del tiempo, pero, como dice
el autor, "se piensa en la numeración de otras cosas y
en otro sentido".

   ¿Qué día cae el lunes?, y
él responde: el lunes cae viernes. ¿Memoria arcaica
de cuando se inventaron los días? El tiempo se hace
número en el calendario, siempre hay una
vinculación con el registro de los días, "porque
son siete y el lunes está solo y van los otros de dos en
dos".
El número parece ser el elemento de orden
más primitivo del espíritu humano. Para el autor,
sin embargo, "el tiempo es una trampa puesta entre los
árboles para cazar animales salvajes, curare sometido
sobre la piedra, necesidad de reforzar la piel con barro y de
proteger la barba contra los mosquitos".
Parece que el orden
de Teódulo López Meléndez es onírico,
uno que se contradice con el punto de vista psicológico
que ve en el número un factor ordenador del inconsciente.
¿Arquetipo del orden? No. Número-orden-calendario,
no responden en este escritor a lo que nosotros pensamos de
ellos. Es algo más profundo. Es una vivencia que él
atesora en los baúles, como el poeta Fernando Pessoa.
"El viejo sigue colocando cajones, ordena por ordenar" o
"cómo saber que se podía contemplar la soledad
amontonando cajones"
, enumerando, llenando álbumes,
"analizando con detenimiento de águila". Sabemos
que tanto el viejo como el águila son símbolos del
espíritu. Esta última es una imagen arcaica de
Dios. Es un espíritu inquieto, volátil, terrible.
Recordemos el Antiguo Testamento donde Dios lanza llamas por su
boca y su palabra es fuego, "el fuego de Dios".

   Esto nos plantea un difícil problema,
¿dónde está lo consciente y lo inconsciente
en López Meléndez? Lo diferente, al final, es
siempre lo mismo y también se enumera y se clasifica. Hoy
será lo mismo en todas partes porque al alma humana la
guían siempre las mismas energías psíquicas
y quien transforma esa realidad no es más que uno mismo,
haciéndola diferente a voluntad.

Los escribientes moriremos:

   En esta compilación de cuentos se plantea,
de nuevo, el problema del tedio. "Aún tengo tiempo para
tomar el nocturno e internarme de nuevo en los caminos",
los
que siempre serán los mismos, con la consecuencial
angustia infinita.

   La narrativa de este autor nunca se desprende de
la poesía. Está íntimamente ligada a ella.
De ahí, esa atmósfera extraña de las
profundidades del hombre, ese ser o no ser que somos, ese sopor
que ambienta las palabras "… y estabas tan mojada que
goteaste los leños que habíamos juntado en un
farallón de corales…"

   Aquí también se juega con la
"otredad", con el otro que hay en nosotros. La sombra aparece en
el texto, "tiene mis dedos y mis ojos. Mis manos, unidos los
nudillos, abren, una a la izquierda otra a la derecha, él
hace la fuerza de la abertura. Anda maldiciendo y soy yo quien
maldigo. Anda por ahí aburrido. No se me culpe pues de los
delitos y otórguenseme las prebendas. Tengo derecho a las
buenas y él que cargue con las malas".
Hay el
reconocimiento de una alteridad extraña en él, de
una voluntad distinta objetivamente existente. Los alquimistas
dieron a esa alteridad el nombre de mercurius, con lo cual, todos
los atributos que corresponden a éste quedaron incluidos
en el concepto: Mercurius es Dios, Demonio, Persona, Cosa y es
también lo oculto en lo más profundo del hombre,
tanto psíquico como somático. él mismo es la
fuente de todas las oposiciones (capaz de ser ambas cosas). De
esta manera, el escritor se sumerge en eso otro hasta perderse de
vista, pues cuando afloran los contenidos del inconsciente, se
pone a la personalidad en una sobrecarga que apenas es posible
dominar:"No va conmigo la fragilidad de movimientos, soy
brusco, he aprendido que la escalera de caracol debe recordarme
por los raspones en el pasamanos y las bicicletas por el terreno
aplanado que dejaré cuando me vaya".

  Otro aspecto que observamos en el escritor y su obra es
que la soledad le sigue siempre, porque, como dice Nietzsche "la
soledad le tiene preso en un círculo y en sus anillos,
cada vez más amenazadora, más asfixiante,
más opresora, esa diosa horrible, mater saeva cupidinum".
La soledad, para Nietzsche, es la madre feroz de los deseos y…
¿que desea el escritor a estas alturas de su vida?
Tendríamos que preguntárselo, pero seguramente
respondería que seguir su sino, yéndose siempre a
cualquier parte, no importa dónde.

  López Meléndez tiene en su escritura algo
de ebrio, de sonámbulo, de automático. Pareciera
que al escribir prescinde de la voluntad. Da la impresión
que en ella pudiera abandonarse, ser, puesto que son palabras
fantasiosas que se asocian a la deriva. Pero él es un
esteticista al que le preocupan todas y cada una de las palabras
que utiliza, llegando a lo que dice el budista zen Susuki: "Lo
absurdo tiene en realidad mucho significado y nos hace levantar
el velo que existe mientras permanezcamos de este lado de la
relatividad". Por eso sus palabras revolotean, sobre los
lectores, llenas de significado, de un terrible significado de
lógica paradójica. Así, para Lao-Tze, "las
palabras que son estrictamente verdaderas parecen ser
paradójicas".

   López Meléndez es un escritor de
grandes excesos, por eso influye en los lectores, puesto que los
presiona con ciertos poderes de la palabra que brotan del
inconsciente y que ejercen una fuerza de atracción casi
onírica.

Selinunte, cosmogonía futurista:

"Selinunte" o el encuentro con el sí-mismo

   En la mitología Teseo marchó al
encuentro del minotauro. En la novela "Selinunte" Teseo
marcha en pos de la ocupación de un nuevo planeta. Ese
encuentro con lo nuevo es el conocimiento del sí-mismo, se
llame todo o Selinunte.

El sí-mismo es aquello que somos sin saberlo. No
está en la conciencia del yo, sino fuera de ella. El
centro, paradójicamente, está a la vez en el hombre
y fuera de él. Se busca afuera lo que está dentro y
lo de adentro se descubre por lo que está afuera.

   En Selinunte se busca un nuevo planeta
para sobrevivir y es allí donde se encuentran las claves
para conocer al hombre interno, ese eterno desconocido. Y aparece
el génesis del sí-mismo, "donde la maravilla
aún era posible",
y afloran las viejas pasiones de la
raza humana y también su imperturbable repetitividad, y
esto asusta. Asustan las profundidades de ese sí-mismo
arquetípico "elemental, primitivo, esencial". Al fin de
cuentas, el gesto simple de una mano que acaricia…"lucidez y
debilidad parecen ser la misma cosa".

   Selinunte es un viaje en la pesadilla del
hombre. Es la eterna lucha contra la muerte, es el delirio
inútil ante la orgía humana. El fracaso de este
mundo comienza desde adentro, la amenaza proviene de sus
profundidades.

   El yo inconsciente engendra incesantemente una
multitud incontable y siempre renovada de criaturas. En los
escritores esto es notable, pues al proyectar sus contenidos
inconscientes en los personajes, se transforman en encuentros con
sus propios miedos, con sus abismos. Escribir, para López
Meléndez, supone -en Selinunte, es obvio- la
capacidad de imaginar el futuro, de verse en esos parajes
alucinantes donde se desplaza con los juegos del lenguaje. Esta
es la narración desde el delirio, desde la desmesura del
lenguaje. El yo impensable aflora sin límites,
estableciendo así una extraña y original 
relación  entre los dogmas del pasado y  los del
futuro.

   ¿Quién soy? ¿Quién
dices que soy? ¿Cuál es el origen? ¿Hacia
dónde vamos? Aparte de estas preguntas, surge el
génesis del sí-mismo, del planeta nuevo allá
en lo profundo del desconocimiento: "Toboganes las laderas de
las altas montañas, manos inclinadas donde se pueden
encontrar y leer los indicios del futuro. `Peloritani llamaremos
esta cadena central´, se dijo un día y las cumbres
ásperas y agudas parecieron no disgustarse,
saliéndose de su contenedor el cielo y haciéndose
tridimensionales como una holografía, como si la
imprecisión de sus atrevimientos hubiesen sido originados
por un láser loco de luz incoherente y se estuviesen
viendo interferencias producidas por un objeto a su vez tocado de
luz indirecta. `Alienus´, dijo el poeta, `gonere´,
agregó el Comandante. Alienígenas nacieron las
altas montañas que como un gusanillo se habían
apoderado del pecho y de la espalda del planeta nuevo donde la
maravilla aún era posible".

   Casi siempre, la búsqueda de los
orígenes, de la interioridad a través del viaje, es
estresante, por eso "soñemos con el fin del viaje"
y hagamos de Naxos, una colonia de tránsito, "base
provisional del hombre en la búsqueda del aposento
final".
En ese itinerario "el hombre debe tener memoria
para no repetir el tropiezo en la piedra, para evitar la locura
del viaje interminable".

   Son hechos simbólicos productos de la
psiquis, pues el autor se recrea y se reconstruye en su obra. El
es su obra, y allí, en ese verse, "afloran las viejas
pasiones" del hombre. "Los ríos de Selinunte se deslizan
ante los ojos como si nacieran de verdad de las grandes
montañas, pero tal vez nacen en otros astros y vienen por
canales desconocidos hasta este sitio. Son mito y son memoria,
pueden tener una vida efímera pero marcan…" Nuestro
autor es Selinunte, es ese río que surge de los espacios
desconocidos, y es mito y es memoria. La eterna pregunta del
hombre ¿de dónde venimos?  trata de
responderla en la literatura y se recrea en ella día a
día. Quiere que su marca quede en este mundo misterioso,
porque siente, que allí muy en su fondo, en su
sí-mismo, "aún la maravilla es posible".

"Selinunte" como cosmogonía:

   Este texto, más que una novela, es una
cosmogonía futurista. El escritor crea un mundo como un
arquitecto demiurgo. Pone las piedras del psiquismo una a una.
Traza los caminos del caos al orden. Crea un mundo habitable para
el hombre, pero como resultado de un trabajo agotador; no se
trata de "hágase la luz y la luz se hizo". Se trata de
responder con hechos a situaciones como la iluminación del
planeta, la energía a usar, la proveniencia; trabajo y
más trabajo. Es la poesía del saber primero,
inspirado. La cosmogonía de este escritor es poesía
que el hombre hace para representarse en unidad con su
génesis, con su historia. Teodorov dice que "las obras no
son más que reflejos y huellas del espíritu",
basándose, seguramente, en el psicoanálisis de
Freud al plantear éste que "el otro es una
representación de nuestra psique"; en efecto, los
personajes de Selinunte no son sólo ficciones, sino
la manera de ser del autor, su pasión, su estilo de
pensamiento, sus abismos, el encuentro con sus miedos, en fin, la
vía más corta a su inconsciente donde se muestran
los principios que mueven al hombre: el poder, el sexo, el amor,
el intelecto, la poesía.

Relación de pareja en "Selinunte":

   Karl Marx decía que la relación
natural y necesaria entre el hombre y el hombre se funda en la
relación natural y necesaria entre el hombre y la mujer y
que una civilización se juzga, en definitiva, por la
imagen que se forma del amor. La novela de Teódulo
López Meléndez está signada, desde al
principio al final, por la relación de pareja; de esta
amanera aparecen Teseo-Ariadna, Arquíloco-Neóbula,
Licambes-Magdea, Heraclio-Sarielba.

   Sólo a través del amor puede
descubrirse la esencia del mundo. Cada relación asume la
relación del yo con el mundo, con su infinitud y sus
límites al mismo tiempo. El cara a cara del hombre y la
mujer implica una búsqueda ininterrumpida. López
Meléndez, al descubrir a los otros, se reinventa a
sí mismo al dar origen a estos seres de
¿ficción? y éstos lo asustan porque
"encuentra en la raza humana un proceso repetitivo", aunque asuma
el "eterno retorno" de la vida y la esperanza. "Hemos visto el
fin de nuestro planeta"…"también la ocupación de
uno nuevo".

   Teseo-Ariadna: Estos personajes nos remiten a
examinar las dos vertientes del poder que simbolizan: la solar
(diurna-lógica-masculina) y la lunar
(nocturna-instintiva-femenina).

   El deslumbramiento amoroso hace aparecer la
metáfora del sol. María Zambrano plantea que
"seguro de su poder solar,  el amor elige como punto de mira
el reverso de la metáfora solar: la metáfora
nocturna. Condicionado en el tiempo, limitado en el instante,
pero también magistralmente confiado en su poder, se
refugia en lo ciego, en lo negro". Así, el amor bebe en
dos fuentes, la de la luz y la de la sombra. De esta manera los
viejos mitos continúan entre nosotros y nuestro autor, al
escribir del amor, encuentra en Grecia los personajes
arquetípicos que se adecuan a los personajes del futuro.
Anclado en la mitología hace una síntesis entre dos
poderes separados(cóncavo-convexo). La psique emprende un
viaje celeste, estelar, lo que motiva una acción en la
palabra que se condensa en la obra. María Zambrano
también dice  que  "todo intento de revivir el
mundo pagano del Olimpo ha sido en su raíz juego,
diversión, deseo de olvidar el porvenir…"  No pasa
así en esta novela, pues aquí, lejos de olvidarse
el porvenir, se introduce en él mediante la
mitología y se crea una nueva cosmogonía. La
aparición del amor marca y define su condición
perenne, incluida la soledad, porque la soledad del amor es
parecida a la del poder. La historia de la literatura nos muestra
a los amantes sumergidos, al igual que a los poderosos, en la
soledad. Ambos nacen en ese terreno. Ariadna es el otro del
sí-mismo, dado que el amor es el intento de "vivir en
otro", de "vivir de otro".

   En Selinunte "las mujeres tenían
serpientes en los brazos".
La serpiente es el símbolo
de la fuerza convertida en espíritu, además de
factor de poder. La fuerza, arcano undécimo del Tarot,
aparece bajo la imagen de una reina que doma a un furioso
león, al que no mata, sino que aprieta contra su pecho.
¿Qué mejor imagen para simbolizar a Ariadna que en
los mitos ilumina los rincones oscuros del inconsciente? Parece
que el autor quiere decirnos que lo femenino (Luna) ilumina lo
masculino (Sol). Paradoja alucinante en que lo oscuro ilumina a
lo brillante. Esto me hace recordar al Zohar, I,17ª,donde se
dice "y llamó a la oscuridad noche, dice la escritura. Y
es que hizo surgir del lado de la oscuridad, una luz…"

   El tesoro de las mujeres (de ellas proviene el
mal, según la Biblia), su húmeda oscuridad, su
nocturnidad inconsciente, profunda, inaccesible, por un lado y la
sabiduría, por el otro, es su secreto, siempre bien oculto
para no soliviantar las aguas incapaces de acceder a la
conciencia. La instintividad de Ariadna hace de Teseo el poder.
Ella dice: "Lucidez y debilidad parecen la misma cosa". Puede
que el pecado de Teseo sea el de poseer una inteligencia
demasiado grande. El hombre de estas condiciones duda más
y su decisión es escogida entre tantas posibilidades que
los demás ni siquiera hemos entrevisto".
En realidad
ambos son polos de lo mismo, la diada eterna del ser humano.

   Teseo, en su viaje hacia el Minotauro, desciende
a los abismos de su inconsciente y gracias al hilo de Ariadna
puede volver a la luz. Ella es absolutamente necesaria para la
derrota del monstruo. En la parte femenina del ser humano
está la creatividad, la salvación contra el mismo
dominio perverso que ésta representa. A la vez ella es el
monstruo y el arma contra éste. Es el dominio perverso del
poder y a la vez su contra porque el poder comienza por imponerse
al mismo que lo ejerce. Teseo no puede con su fuerza y es gracias
a Ariadna que persevera. Ariadna ilumina psicológicamente
los rincones oscuros del poder y le exige a Teseo que sea digno
de su admiración, con las implicaciones propias del amor:
"No se puede amar lo que no se admira", aunque siga siendo
débil como consecuencia de su lucidez.

   Arquíloco-Neóbula: Donde nos
acercamos más al encuentro con el sí-mismo es en la
relación intensa entre el poeta Arquíloco y
Neóbula. El sí-mismo es una unidad
paradójica formada por la luz y la sombra; nada más
cercano al carácter de estos dos personajes donde lo
erótico asume un papel de purificación, de
catarsis. Más que una relación es un arte que, al
decir, purifica. López Meléndez ha dicho que
Arquíloco tal vez sea una manera de envejecer y morir.
Pues bien, el poeta de Selinunte asegura "… que se diga si
no he hecho poemas con mi sexo en aquello que no era sexo sino
vaciarme dentro de la vida mientras absorbía la divina
amargura que sus entrañas licuaban para mi
lengua".

   No se puede penetrar esta relación entre
contrarios sino asumiendo la embriaguez y el extravío que
produce el espíritu del texto cuando se oye a
Arquíloco en su borrachera alcanzar el "desgarramiento del
alma" en la penetración y la poesía se compenetra
con el erotismo: "Su rostro haré de sílabas y
coordinaré en tal manera que su nariz semeje la velocidad
del águila y el resplandor de un poniente. Sus brazos
recorreré con calma y de entre sus dedos que regaré
piadosamente surgirán amapolas y una fuente de versos que
la refresque solícito colocaré en las proximidades
de sus pies".
O al decir: "Dame la targelia de tu sexo y
ella me la dio y yo fui dios aquella tarde en que los
músculos de mi miembro se desgarraron a la par de sus
entrañas".
Ah!, pero Néobula "nació
puta como su madre".
Desde muy joven ella era "factor de
perturbación sexual en la escuela".
Y llega la vejez y
Arquíloco sigue haciendo poesía de "cuando
Neóbula no era tan puta ni tan vieja".
Y se emborracha
porque "el vino es bueno para la imaginación, querido
Teócrito…tu vino me ha hecho desvirgar de nuevo a
Neóbula, tanto tiempo después, tantas veces
después, que no me falte tu vino que en los barriles viene
ella…"
Diría Mefistófeles en Fausto: "Con esa
bebida en el cuerpo, presto verás una Helena en cada
mujer". Sólo que junto al erotismo, al amor, a los
arrebatos místicos hay una chispa de
insatisfacción; la sombra siempre emerge cuando menos se
espera y así: "Ni sobre una mujer el volcán se
apagará".
En la zozobra y desesperación
nocturnas aflora el inconsciente de Arquíloco:
"Seguramente mi corazón es cobarde, pero si una diosa
apareciera, aún así este sabor amargo que me corroe
los dientes no se ablandaría…"
El enemigo interior
es más difícil de combatir que el exterior, de
allí la lucha contra ese volcán, contra esa cosa
que no se sabe lo que es. El escritor atiende a estas
profundidades oscuras de las que emana un misterioso mensaje, de
allí el creador – el diablo contestatario – produce la
creación, devela el volcán primigenio.

   En los "Epodos" se observa el uso de la
metáfora cuántica. Los problemas entre
Arquíloco y su suegro Licambes  son considerados
desde variadas posibilidades. Son esquemas distintos de
análisis de la negativa del padre de Neóbula a
cumplir el compromiso: a) se la niega porque Licambes está
loco; b) por el origen servil de la madre del poeta y c)
léase a Horacio y todo quedará claro.

   Heraclio-Sarielba: Heraclio se parece a Heracles,
porque es el símbolo de la dificultad de la victoria del
alma humana sobre las dificultades. Ambos constituyen una pareja
complicada que produce los diálogos más profundos
de la novela, especialmente cuando "exploran de nuevo el
fracaso". El espacio amoroso de esta pareja es muy urbano, lleno
de arrebatos filosóficos, de discursiva intelectual. Por
ejemplo, Sarielba se pregunta si existe Selinunte,
manejándose tal vez en un plano cuántico donde no
existen "objetos reales, sino más bien miríadas de
posibilidades de incontables realidades". "Aquí
está representada una ciudad – le dice Sarielba a
Heraclio- "Esta ciudad-planeta no es tal, es una
escenografía para lo matemático de lo humano.
Selinunte es desmontable, pero si lo hiciéramos
habríamos dada por terminada la obra. Jamás ha
existido Selinunte sino como un teatro".
Ambos vuelven a
explorar el fracaso, Selinunte es apenas una posibilidad que se
asoma, aunque sea también una realidad griega del siglo
VII a.C apostada en tierras sicilianas. El novelista ha contado
que cuando se detuvo ante las ruinas y miró la
transparencia del mar decidió que iba a escribir una
novela con ese nombre. De manera que, en este caso, no fue el
escritor quien buscó al género novela, sino el
género novela el que buscó al escritor.

   Arquíloco, el poeta de Selinunte, habita
las páginas más hermosas de este libro, como
también lo hacen – con serias dudas – Heraclio y Sarielba.
Ellos, desde el origen siciliano de la novela, ven el futuro del
mundo como un gran holograma, por eso las descripciones
geográficas del "nuevo planeta" lo son de la isla que
fuera parte de la Magna Grecia. El juego de estos dos personajes
abarca celos, traiciones, el regreso como admisión del
fracaso, el abandono, en suma, Heraclio proyecta su verdad sobre
Sarielba. Al fin, despierta del olvido al ver a la mujer regresar
a su lado. Seguramente es López Meléndez el
escritor no siciliano que más se ha metido en el interior
de la geografía y de la mitología siciliana. No
olvidemos que allí está la herencia cultural del
mediterráneo como cruce de todas las culturas que
pulularon en aquel mar excepcional. Por eso Arquíloco, en
un pasaje de la novela dice que el planeta donde ha llegado es un
muestrario de la raza humana: "Yo puedo comprobar a
través de sus rostros que la grandeza del hombre
está  en el mestizaje… todo estaba allí
hasta sus remotos orígenes, nariz doria, cabello gotio,
ojos parios… sangre bárbara".
Aquí no se
pierde nada, todo se conserva como en la teoría de la
relatividad de Einsten.

   Selinunte es el arquetipo de Anatolia, retorno a
la luz, al calor, a la visibilidad. Hora, entonces, de
preguntarse: ¿que extraños mecanismos hacen que
salga a la luz a través de la escritura de nuestro
novelista? El también estuvo más abajo en Salerno,
en Paestum, donde se alzan dos hermosos templos griegos muy bien
conservados, sin embargo escogió las ruinas de Selinunte
para su fantasía delirante. ¿Un resurgir como el
Ave Fénix de las cenizas, de las ruinas? Seguramente que
sí, porque la estructura de la fantasía está
basada en la actividad del inconsciente. Sin duda hay que afirmar
con Freud que tanto el Eros como el Poder están en la
esencia de Selinunte.

La palabra estalla en "El efimero paso de la
eternidad":

La escritura ha tomado

la significación simbólica

de un  acto sexual

Freud

   El efímero paso de la eternidad, es
un viaje hacia el infierno subterráneo de lo eterno
femenino. Este texto no es más que la descripción
del acto sexual, utilizando el lenguaje mismo de la naturaleza
lleno de una sensualidad exuberante. Por eso busco en los
pliegues de sus frases lo oculto, la cantinela, el mantra, cuando
en la página la palabra estalla.

   En este novedoso texto, recordando a
Aristóteles, se puede decir  que "hay dos placeres
máximos, el sexo y el pensamiento". Añadiría
yo que ambos están llenos de demonios y que el primero de
ellos es el autor mismo, que escinde su "yo" por la
autoobservación de "yoes" parciales, lo que le lleva a
personificar en varios héroes los conflictos de su propia
vida anímica.

   Kairos: El viaje tiene dos vertientes
fácilmente identificables; una es el recorrido hacia el
centro de su propia psique. La otra es la penetración
erótica hacia el fondo insondable de la mujer, a
través de la vagina (kairos), que es la puerta de entrada
a su inframundo, pasando por sus montañas internas que
semejan volcanes en erupción. El escorpión de esta
novela es también dual. En un sentido defiende el centro
al proteger la entrada. Aquí podríamos citar la
vieja leyenda malí según la cual a la primera mujer
se le transformó, para la defensa,  el clítori
en alacrán. Por el otro lado, el escorpión (falo)
es avezado en la penetración a los infiernos. Entre los
mayas el dardo simboliza el órgano sexual masculino. Es
así que este reviste toda la ambivalencia
simbólica, como en la serpiente. En este texto, aunque
altamente intelectualizado, subsiste el horror del macho ante el
eterno mito de la vulva con dientes. La hembra del
escorpión devora al macho, lo que se reproduce en los
humanos con la fuerza del coito, en los intercambios y los giros
en barrena.

   Incertum: En esta parte del texto el autor lo
dice: "lubricaremos con semen" y agrega "los dedos
tirabuzones para hurgar"
en lo desconocido, para saber: la
curiosidad sexual del niño en las inolvidables etapas
descritas por Freud en el proceso de desarrollo de su sexualidad.
Así, las sábanas donde se produce el acto,
manchadas por los humores propios del amor, se cambian por esa
"inmensa sábana blanca".

   Katabasis: Esta parte del texto describe el
descenso a lo largo del laberinto, donde "… empujando de un
lado a otro ayudado por el vértigo de la caída",
"nada amortigua ni refrena el avance", "una sensación de
ahogo comienza como una descomposición de las
partículas del aire
"; "el calor iba en aumento,
pero se soportaba porque el envión parecía
impedirnos la toma de los caminos alternos que veíamos
vertiginosamente desplazarse a nuestro paso como invitaciones al
equívoco…"
Si estas palabras no describen la
penetración de la mujer, no soy una de ellas.

   Pedipalpo: Este otro momento del descenso
describe la batalla sobre Lesha, la protagonista femenina,
"donde las lenguas de Ofiuco Megeros y del fuerte Tamiat"
incursionaron poniendo a prueba la voluntad del escorpión
(falo) que controló los deseos de aguijonear la carne.
Según una leyenda malí "la concepción 
que es para los demás signo de aumento, es para ellos la
señal de la muerte inminente", porque los pequeños
del escorpión desgarran sus flancos y comen sus
entrañas antes de salir a la luz. También en esta
parte de la novela aparecen los negros celos ante el
engaño, dado que se presenta el rival Tamiat, "dador de
exquisiteces".
Pero los celos se alimentan espiritualmente y
estimulan la pasión a través de la
imaginación, concibiendo ideas que se le atribuyen al
objeto celado. El autor lo dice así: "Uno y otro hombre
se alternaban en la mente".
Los celos constituyen un 
trabajo incesante de reflexiones y conjeturas que atormentan
hasta poblarnos de pesadillas. Es una actividad permanente de
vigilar gestos, movimientos, actitudes, miradas, risas,
cuchicheos.

   Y entramos en Dédalus, el laberinto donde
se desenvuelve el autor, Asterión, el minotauro (tauro),
signo zodiacal del novelista. El ego, el centro del mundo
subterráneo, sus miedos inconscientes. Podríamos
decir que en el fondo de cada palabra anida una frase
inconsciente. ¿Qué hay detrás de los
"huesos", "cráneos carcomidos", "fuegos", "lava",
"carbones encendidos", "furia líquida", que el novelista
explaya a lo largo de El efímero paso de la
eternidad? 
Diríamos que el toro y la ternera en
el laberinto: efectivamente, van de laberinto a laberinto, de
oscuridad a oscuridad. Las contracciones de ella, su
respiración entrecortada, sus secreciones. Asterión
va hacia la cópula total, la pasión profunda
estalla en palabras. Delira el lenguaje al recordar, se abisma
"en lo otro", cae hacia adentro. Al leer con asombro los
arrebatos de los signos en esta novela uno vuelve a recordar que
todo discurso amoroso está urdido de deseo.

   En la parte titulada Anabasis sigue la
penetración procurando lo más profundo del ser.
Ofiuco, el personaje masculino, está mordido en el tobillo
y la serpiente se le escapa, se escinde, el "yo" se parte en dos,
en Ofiuco y Tamiat, el otro hombre de este drama, éste
último el amante creador de monstruos que se rebelan a los
dioses. ¿Porqué esta escisión del personaje
masculino? En cualquier caso, entra en escena otro "yo", muy
oculto, Albumazer, el viejo sabio alquimista que dice: "Mi
sabiduría es mi dolor".
Respecto a este aspecto, el
don Juan de Castaneda dice que " el miedo y la claridad causan la
derrota del hombre". También nuestro recordado amigo
Ludovico Silva planteaba que la mucha claridad lo estaba matando,
más que el alcohol y el cigarrillo; argumentaba que sus
vicios eran productos de esa claridad.

   Al final de El efímero paso de la
eternidad
el centauro porta en la mano izquierda la semilla
de la mujer, los sexos se entrelazan, la cópula se
realiza, la semilla se hace carne pese a todos los riesgos, pues
las crías devoran, se sublevan, traicionan. Nadie los
tocará sin exponerse a su picadura.

ENSAYO

ENSAYO POLíTICO:

Introducción a la política (1969)

El venezolano amaestrado (1972)

Reflexiones sobre la República (1978)

ENSAYO LITERARIO:

Jardines en el mundo (1986)

Pessoa, la respuesta de la palabra (1992)

Ensayo político:

   Teódulo López Meléndez
comienza escribiendo ensayo político. Pertenece a una
generación que llega a la vida pública en 1958, a
la caída de la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez. Si se quiere, una generación frustrada,
pues ninguno de sus miembros alcanzó la Jefatura del
Estado. Sus miembros, brillantes en su casi totalidad (incluyendo
los que mueren en la insurgencia guerrillera), partían de
un profundo idealismo: se iba a la política a servir, la
política era una especie de sacerdocio laico.
Además, creían que no bastaba la acción,
sino que debía fundamentarse en un marco teórico.
No extraña, entonces, que nuestro autor comience a
escribir para acompañar su actividad en el marco del
social-cristianismo. Su primer libro es Introducción a
la política
que, visto a la distancia, es
prácticamente un manual para jóvenes, lo que no
deja de extrañar si consideramos que el autor tiene 24
años en el momento de la publicación. Allí
pasa revista a todos los conceptos básicos que
podían servir de referencia a la acción: el
concepto de política, el análisis de los partidos
políticos(con criterios que se realizan ahora en nuestros
días, casi 30 años después), la
concepción del Estado y su organización, conceptos
que advierten sobre un economicismo vigente hoy, análisis
sobre el personalismo (muy en boca en algunos pensadores cercanos
a su corriente política original) y largos párrafos
sobre la comunidad internacional y la organización 
en grandes bloques integrados, signo anunciatorio de su
vocación por la diplomacia que lo llevará a vivir
en varios países. Por supuesto que el libro está
marcado por los conceptualistas más vecinos al pensamiento
social de la Iglesia como Jacques Maritain, Giorgio La Pira y
Emmanuel Mounier, pero la bibliografía del volumen indica
un conocimiento muy profundo de pensadores de todo tipo, tal vez
demasiado amplio para el joven que comienza. Un signo
inequívoco del fin poco afortunado en política
podemos encontrarlo en radicales planteamientos de reforma del
Estado, planteamientos aún hoy polémicos e
irrealizados.

   En el interregno aflora la poesía, como el
inicial Alienación itinerante, pero el ensayista
que escribe para sustentar la pelea política vuelve con un
volumen que habría de convertirse en un best-seller, como
es el caso de El venezolano amaestrado, que agota
edición tras edición y aparece en primer lugar de
venta en los registros que sobre tal asunto lleva la prensa de la
época. El volumen registra una impresionante lista de
notas críticas elogiosas y es asumido como texto por las
Escuelas de Comunicación  Social de las universidades
nacionales. Aún hoy -años después de la
última edición- es considerado uno de los libros
que los estudiantes más fotocopian en las bibliotecas. Sin
embargo, este libro marca una variante en el pensamiento
político del autor. Es furibundamente marcusiano,
profundamente marcado por la llamada Escuela de Franckfort.
Herbert Marcuse y compañía (Adorno, por ejemplo)
destilan en sus páginas en un descarnado análisis
de los medios de comunicación venezolanos, especialmente
la televisión, en una profundización impecable en
el concepto de alienación y en una demostración
desgarrada del fracaso de la educación venezolana. No se
ha dicho antes, pero ha debido decirse en su momento, que
López Meléndez encarnó con este libro el
mejor alumno de Marcuse que haya existido en el país.

   Aflora el narrador en el primer libro de cuentos,
Los escribientes moriremos, pero el ensayista
político que comparte con Teodoro Petkoff y Américo
Martín los primeros lugares de venta en este tipo de
literatura, vuelve a las andadas, siempre de manos de la
Editorial Fuentes, con un volumen que consideramos especialmente
importante, Reflexiones sobre la República. Lo es,
a nuestro modo de ver, por varias razones, entre las cuales
porque el autor escribe despojado de cualquier influencia
ideológica y porque es la primera  gran advertencia
que se lanza (hecho que nadie ha reconocido) sobre la desastrosa
evolución que en los años posteriores
tendría Venezuela. La primera observación significa
que en este volumen López Meléndez se convierte en
el intelectual que puede mirar y reflexionar sobre su país
y ello advierte que el autor se está alejando de la
actividad política para dedicarse al pensamiento. No es
fácil colocarse en esta actitud. Sólo una gran
madurez intelectual lo permite, como en el caso de Mario
Briceño Iragorry, sin que esta referencia signifique que
estamos estableciendo parangón o comparación de
ningún tipo. Y luego, en este libro, desafortunado en su
momento por la crisis que acabó con la editorial que lo
publicaba, está preanunciado todo el proceso de
degradación que nos ha llevado a la denominada crisis
moral. No es un libro moralista Reflexiones sobre la
República,
aunque sí de reclamo intenso.
Salvador Macías, memorable articulista de El Impulso de
Barquisimeto, aseveró que la voz de ese libro le
parecía de la estatura del ex-Premier y pensador
francés Pierre Mendes France.

Ensayo literario:

TLM es lo que escribe en sus ensayos:

   Jardines en el mundo es un texto de
ensayos que se inscribe en la tradición del libro de
viajes, pero de uno impulsado por la pasión de los libros
y de sus autores. Cada lugar que describe, cada lugar que visita,
es el asiento de un escritor, es la búsqueda constante de
los congéneres, una identificación de literatura y
movimiento.

   En la primera parte del libro que da
título al volumen va a Florencia a buscar a Papini. En
Gardone ve la casa de D´Annunzio. Del hemisferio norte nos
cuenta de las narraciones navideñas de sus escritores. En
Punta Rossa descubre a la Maga Circe y asegura que "basta ir
allí para descubrir la literatura, porque Ulises
pasó por esta costa y Circe trató de
encantarlo".

   En todo el texto se muestra a plenitud el
espíritu de observación de nuestro autor. Ve el
paso de las estaciones y el reflejo de éstas en su
espíritu: "el tiempo exterior va con el interior".
Aflora, no obstante, un gran cansancio, al afirmar "la vida
debe ser empujada, vivir exige esfuerzos".
Se pasean ante sus
ojos los carnavales de Venecia, con Casanova, y de Viena, con los
valses de Strauss, la Universidad de Coimbra con
murciélagos que hacen la limpieza, Teresa en Avila, el
lugar de Aleixandre, la Sevilla de Machado, Alberti, Juan
Ramón, García Lorca. Papini es una callejuela que
desemboca en la gran avenida D´Annunzio, pero, como del
gran toscano quería ver los libros, tocarlos, aprender
idiomas como él. En algunos párrafos rechaza la
"brujería", este autor que ahora toma la alquimia para
dibujar con ella nuevos textos. Marcha a Bomarzo de mano de
Manuel Mujica Láinez: "estoy seguro que no hay otro
caso en que una ciudad haya salido de una novela para
materializarse, como lo ha hecho ésta…".
Y agrega:
"Aquél parque lleno de monstruos de piedra fue
construido en la segunda mitad del siglo XVI, pero puedo jurar
que, en verdad, fue edificado por un novelista a  millares
de kilómetros de aquí, en la Argentina, y
transportado por los medios específicos dela literatura
hasta este punto en que lo miro este mediodía brumoso de
primavera".
El poder la palabra, aquí como en todo
este volumen, es el verdadero creador de realidad.

   López Meléndez descubre unos
ensayos cortos de Baudelaire sobre los cosméticos, visita
a Víctor Hugo en el metro de París, se encuentra
con Alberto Moravia por las calles de Roma, se detiene en Italo
Calvino, salta a Brasil a hablarnos de Manuel Bandeira y hasta en
la tumba de Marx se detiene para llamarlo un
"clásico".

   En la segunda parte del libro titulada
"Verbigracia" se hace más político y abarca asuntos
como el Convenio Andrés Bello, el problema de la
integración tanto andina como europea, la formación
de bloques regionales, del exilio (interior y exterior), en fin
de una serie de temas que rompen la delicia de la primera parte
consagrada a escritores y que quizás ha debido incluir en
otro volumen, pues nos quedamos con ganas de la magia en que nos
mantenía sumergidos

Reconstruyendo a Pessoa en La respuesta de la
palabra:

   Pessoa, la respuesta de la palabra es la
historia de la derrota de un poeta. Un profundo análisis
de Pessoa, que, como dice la contraportada "no se trata de un
ensayo sobre la poesía de Pessoa de manera directa, pero
sí indirecta, pues se demuestra como el contexto
histórico-social determinó la obra de aquél
hombre".

   Para López Meléndez, Pessoa es un
mito que sigue la misteriosa alquimia de las transformaciones
psíquicas de sí mismo. El escritor lo observa, pero
éste es a su vez un poeta del cual forma parte, al ser de
la misma naturaleza creadora. Lo reconstruye paso a paso por las
calles de Lisboa y los fantasmas de nuestro autor se proyectan en
la gran pantalla de Pessoa y sus diatribas. Obsesivo como
él, se sitúa en las calles de la ciudad donde por
dos años siguió las rutas, los itinerarios, por
bares y recovecos, deteniéndose donde aquél lo
hacía, respirando los mismos aires que dieron aliento,
asimilando la saudade hasta la última gota. Como Pessoa,
López Meléndez escribe "en la mediocridad del
país, en su crisis política, en la ausencia de
crítica y de escritores trascendentes".

   Según Jung existen cuatro métodos
para explorar lo ignorado en un paciente, en este caso un
escritor. El más simple es el de la asociación,
cuyo principio consiste en la búsqueda de los complejos
más marcados, aquellos que se manifiestan por
perturbaciones en la experiencia de las asociaciones. Para
López Meléndez, lo mismo que para Pessoa, escribir
es la magia de crear, pero el escritor es un frustrado y un
solitario que encuentra la libertad en el sueño, en las
imágenes que proyecta. Y le teme al exceso de cigarros y a
las iras que le traen desconsuelo, porque, al fin y al cabo,
aquél es un lunático que "saca cuentas y prepara
artículos para la Revista de Comercio". Como Pessoa,
López Meléndez se ocupa de política, de
economía, de crítica literaria, de historia, de
poesía.

   Pessoa, al mostrar sus debilidades, se
empeña en subrayar la "ridiculez" del amor, aunque en sus
cartas a Ofelia aparece un enamoramiento normal y corriente, en
el cual la familia de la pretendida le aterra. El amor se
enfría, renace, pero al fin termina, atribuible
según nuestro escritor, a las interferencias de Alvaro de
Campos, el homosexual heterónimo del poeta
portugués. Lo que quiero significar es que en este volumen
no hay aspecto del gran poeta luso que nuestro autor no aborde.
En buena medida, otros libros de López Meléndez,
parten de esta vecindad con Pessoa. Por ejemplo,
Selinunte, novela que nuestro autor escribiría
mucho más tarde, puesto que, como aquél, pretende
la aproximación del ideal griego con la sociedad moderna,
mientras López Meléndez, incluso, va más
lejos al intentar llevar ese ideal hasta un futuro lejano y
planetario. "El modernismo de la mano de Pessoa supera la
necesidad de una mera visión y sensibilidad para
constituirse en instrumento para constituirse en instrumento de
rescate del subconsciente portugués y transformarse en
motor de un pequeño pueblo que asume una tarea
planetaria"
. Al igual que en Selinunte, donde un
pueblo asume una tarea planetaria. Como dijo Jung, "el
inconsciente no es mero depositario del pasado, sino que
también está lleno de gérmenes de futuras
situaciones psíquicas e ideas". Los hombres para Pessoa,
como seguramente para nuestro autor, "son lugares
psíquicos donde se encuentran las fuerzas básicas y
primordiales del dinamismo universal". Los mismos pasos de
Pessoa: rechazar el camino mágico, superar el camino
místico y finalmente acogerse al camino alquímico.
Y sigue escribiendo con manos, que como en las de Pessoa
descritas por él, "las venas transparentan la
piel".

TRADUCCIONES

Fernando Pessoa, poemas inéditos (1985)

Giuseppe Ungaretti, antología poética
(1992)

Sabía muy bien que ninguna traducción, a
menos

que la hiciera un poeta, podía dar la medida

del color y la cadencia de mi obra

Oscar Wilde

Debo hacer una aclaratoria de rigor: no me gusta

la palabra traducción, prefiero la de
versión,

para refrendar que sólo un poeta puede
intentar

la aventura de poner a un compañero en otro
idioma

Teódulo López Meléndez

Las zonas desérticas y el sentido de fracaso en los
autores traducidos por Teódulo López
Meléndez:

   Siempre he tenido la inquietud de interrogarme
por qué un escritor escoge a determinados autores para
traducirlos. Indago en al psicoanálisis, pues nuestro
escritor convertido en traductor nos dice en el prólogo de
Poemas inéditos de Fernando Pessoa que este poeta
"se estudió a sí mismo en los textos
psiquiátricos".
¿Porqué traducir a
hombres intensamente depresivos? López Meléndez
dice en el mismo prólogo: "En los poemas que
aquí presentamos el fracaso es el común
denominador".
Esto nos hace recordar al psiquiatra
francés René Lafargue quien hizo un estudio
psicoanalítico de "la neurosis del fracaso de
Baudelaire".

   Veamos esto en Pessoa:

Todo cuanto pienso

Todo cuanto soy

Es un desierto inmenso

Donde ni yo estoy

   Se trata de la pérdida luctuosa hasta de
sí mismo, "mi corazón vacío", "siempre
solitario", "quebrado como un pedazo de vidrio", por lo que le
"duele el corazón", dolor que lo avergüenza porque en
fin su corazón es "frío de vaga opresión".
Una, la saudade vaga, anonimia, un tedio profundo lo acosa:

El hombre no es un animal

Es una carne inteligente,

Aunque algunas veces enferma

   En Pessoa se instaura un permanente
sentido de pérdida: "tengo principalmente no tener nada",
"cualquier cosa que tiene prisa/tendrá prisa en vano".
Jung, ateniéndose a un antiguo dicho europeo recordaba que
"toda prisa proviene del diablo". Lo que es cierto es que el
tedio lleva a la inmovilidad y a la contemplación pero
también a la angustia, lo que hace que traductor y
traducido se emparenten en ese "todo, menos el tedio, me da
tedio", dado que López Meléndez afirma que
escribió en Lisboa porque el tedio lo abrumaba, lo
perseguía. Traducir, para López Meléndez,
tiene que ver con los pliegues del lenguaje, con esa parte
esencial que yace en el envés del tejido de la palabra.
Así, podemos concebir esta traducción como un
reverso que va más allá de la palabra al sumergirse
en la esencia del propio poeta, al sentir sus propias
sensaciones. El leiv-motiv de Pessoa es el no-tener que
psicoanalíticamente hablando representa la experiencia de
la pérdida de las personas amadas. Esta experiencia
conduce a la sensación de estar destruido. A decir de
Battoni(1996) "se reactiva entonces la posición depresiva
temprana junto a sus ansiedades, culpas, sentimientos de
pérdida y dolor…" La melancolía de Pessoa fue un
duelo eterno que no elaboró a su debido tiempo. Eso fue lo
que hizo de su poesía lo que es:

El sonido continuo de la lluvia

Que se oye allá afuera bien

Nos deja el alma viuda

De aquello que ya no tiene

   En el caso de las traducciones de Giuseppe
Ungaretti la línea de confluencia entre traductor y
traducido es el haber nacido en zonas desérticas;
así dice López Meléndez: "En la mente
lleva los sonidos de la noche, los cantos árabes, los
gritos de los animales del desierto que reaparecen en su
poesía".
Allí nace la poesía, en el
desierto, en las tierras áridas donde el olor de los
jazmines calienta la tierra con el agua sorprendida, donde el
ardiente sol hace cerrar las ventanas en ciertas horas agobiantes
(como en la canícula caroreña).

   Ante la traducción de un verso de
Ungaretti recuerdo a Bloom cuando éste asegura que cada
lector de poesía hace su propio texto. Esto hace que me
inmiscuya en un poema y acuda al entorno húmedo de los
cuerpos contrastando con lo caliente y con la reseca noche de los
desiertos que lo vieron nacer; así el poema:

De mí recuerdo que exultavo amándote

Y heme aquí perdido

En el infinito de las noches

   Ungaretti, como Pessoa y López
Meléndez, fue traductor. Ciertamente, nuestro autor ha
hecho lo propio con Salvatore Quasimodo y Eugenio Montale,
trabajos aún inéditos.

ENTREVISTA PARA
PSICONAUTAS

M.M: Mírate detenidamente en el espejo y dime que
ves. ¿Cómo es esa imagen? ¿Cómo va
vestida? ¿Qué expresión tiene su
rostro?

TLM: " mi rostro cuarteado por los vientos…",
un verso mío que está en alguno de los poemarios,
es lo primero que atino a ver. La imagen es nítida y
precisa: el espejo está limpio. Va vestida de
cotidianeidad. "Tengo una expresión de
tristeza…",
otro verso mío es lo que me viene a la
mente ante la tercera interrogante.

¿Crees que ejerces un efecto perturbador sobre las
personas?

  Depende de algunas etapas de mi vida. Cuando
ejercí la política, sin duda. Ahora, que yo sepa,
perturbo con la palabra escrita a los amigos que leen mis poemas
y novelas. En lo personal, el no pasar desapercibido es,
posiblemente, una perturbación. Déjame confesarte
que eso sucede muy a mi pesar.

¿Podemos sobrevivir despojados de nuestros
"defectos" (ira, envidia, etc.)?

  Podemos sobrevivir, hasta la muerte, siempre y en
cualquier circunstancia, incluso podremos sobrevivir a lo
ilimitado que la tecnología nos ofrece como nueva
barbarie.

¿Dónde crees que hay que buscar el
mal?

  Nunca he tenido interés en buscarlo, ni creo que
haga falta, puesto que el mal lo encuentra a uno. Está en
lo humano, es una de las caras de la moneda y se manifiesta
vilmente cuando destruye.

¿Qué tratas de evitar en la vida?

   Procuro alejarme de lo mediocre; me temo que eso
conlleva al aislamiento. Detesto el odio: acostumbro decir, ante
la incrédula mirada de mi interlocutor de turno, que soy
un pozo de ternura. El odio es una falta de inteligencia.
Jamás he odiado a nadie: a quienes me han hecho
daño les pago con indiferencia. No tengo necesidad de
evitar el odio en mí, puesto que soy, simplemente, incapaz
de sentirlo. El odio ajeno hacia uno es imposible de evitar si
asumes la vida con entereza. Soy orgulloso, de manera que me
avergonzaría  provocar compasión. Para
mí equivaldría a una pérdida de virilidad.
Asumo mi fracaso como una victoria. Recuerdo otro verso
mío: "Huelo a hombre que el viento esparce…"

¿Existen rasgos personales contra los que trataste
de luchar porque pensaste que eran negativos?

  Sí. Traté de combatir la impulsividad y
la impaciencia, ambas caras de una misma moneda. Quizás no
me había dado cuenta que ambos rasgos son tan
consustanciales en mí que sólo envejeciendo
podía controlarlos. Ahora miro al mundo con ojos
diferentes, aunque a veces me alzo a decir una palabra fuerte o
hago un incontrolable gesto de impaciencia. Sin embargo, ahora
distingo lo trascendente de lo intrascendente y constato que en
esta vida lo primero se presenta rara vez y lo segundo es lo
cotidiano. Ahora, hombre que algunas cosas sabe, lo que trato de
controlar es un bostezo que refleja mi cansancio.

Si los psiquiatras fallan con los escritores – me consta en
lo personal- ¿crees que podemos crear psiconautas
(exploradores de las alturas y profundidades del
psiquismo)?

  Si fallan es porque los escritores suelen ser
más brillantes que los psiquiatras y porque los escritores
no padecen enfermedades mentales, a no ser en casos
específicos y muy concretos. Otra cosa es que el
psiquiatra sea también escritor, como tu admirado Jung, o
como Herrera Luque, aquí entre nosotros. Los escritores
solemos tener enfermedades del alma, no de la mente. Estas
enfermedades tratamos de curarlas escribiendo; si no curarlas,
decirlas. En buena parte, los escritores hacemos desnudos en
público. Los "locos normales" lo hacen en privado ante el
psiquiatra. Por lo demás, ese bello término de
psiconauta, que presiento de tu invención, es algo
consustancial al escritor. Somos psiconautas, taladros que viajan
hasta las profundidades del ser. El poeta es un viajero de los
grandes círculos planetarios que están en los
pequeños circuitos del hombre. El novelista es un dios que
arremete contra lo creado y procura crear una sustitución,
un mundo a su manera. Puedo aceptarte que ahora nos llames
psiconautas. La "locura" que padecemos los escritores que
merecemos tal nombre es la lucidez y debo decirte que resulta
incurable. Vemos más allá de lo normal, podemos ver
adentro y afuera, en buena parte somos especialistas en el
hombre. Ese es un rasgo de la literatura que podría
conspirar contra ella misma y es aquel que se traduce en la
expresión común "ese escribe para escritores".

¿Cómo elegimos a nuestros enemigos
personales?

   No elijo enemigos. Además los que tengo
son absolutamente gratuitos. Otros no tanto, pues son
consecuencia lógica de alguna arremetida mía contra
un acto corrupto o contra una injusticia. Creo que tampoco elijo
amigos. La amistad se produce naturalmente, sin forjaduras ni
forzaduras.

Todos tenemos una herida básica ¿Cuál
es la naturaleza de tu herida básica?

   La misma de todos: ese grito desgarrador que
lanzamos al nacer al ser despojados de la paz del vientre materno
y ser lanzados a una realidad que nos agrede en la nalgada del
partero para que despertemos y comencemos a caminar este
tránsito emocionante y lleno de desafíos que es la
vida. Es cierto que, después de eso, hay alguna herida
primordial. Por más esfuerzo que hago por responderte con
honestidad no encuentro qué decir. A pesar de que creo
conocerme. Quizás la respuesta esté en el primer
poema que publiqué: "Yo vine para ser un testigo con
alma de emigrante…"
El ser testigo involucra una quietud
excepcional, pero con alma de emigrante implica una movilidad
también excepcional. Posiblemente mi herida primordial sea
esta aparente contradicción. Tal vez vine a hacer una
"especialización" en el hombre y eso es muy doloroso. Otro
poema mío dice: "es un secreto/el sitio y el momento/de
mi identidad".
Esa tendencia mía hacia otras ciudades
y países puede indicar que es difícil encontrar al
hombre. O tal vez ya lo encontré y el dolor, a la vez que
me inmoviliza, me desplaza. El último poema que cito
indica un desconcierto vital, un "no encontrarse" y "un no
saberse". Quizá, entonces, mi herida primordial sea la
ignorancia. Posiblemente no sé dónde detenerme,
donde está el "árbol de copas hacia abajo" que
cobija con raíces. Quizá he perdido "la casa", el
cobijo. Es así que se tiende a pensar que no es otro que
la muerte.

Partes: 1, 2, 3
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